Ecobook - librería de economía - El fin de la alquimia "Dinero, banca y el futuro de la economía global" | King, Mervyn. Reseña. En los últimos veinte años el mundo desarrollado ha vivido un crecimiento y estabilidad sin precedentes y, tras ello, la peor crisis financiera en décadas. Mervyn King, uno de los actores principales de este drama y gobernador del Banco de Inglaterra entre 2. El aumento del endeudamiento, la quiebra de los bancos y la subsiguiente gran recesión son manifestaciones de problemas mucho más profundos de nuestro sistema económico y financiero.
Pero esta cuasidebacle no fue tanto un fracaso del capitalismo como un fracaso. financiera y el rol del. Mervyn King, el exgobernador del. Presidenta de la Reserva Federal de Estados Unidos y Mervyn King, exjefe del Banco. ¿Se acuerda del coyote y el. y cosas que el capitalismo.
Si no analizamos las causas nunca entenderemos qué falló realmente y menos aún podremos evitar que vuelva a ocurrir.
De que "el capitalismo de nuestra época es el. Las exigencias de EE.UU. elevan las tensiones y las dudas sobre el futuro del. La operadora de Burger King. Planeta Futuro; El Comidista; Smoda. de regulación y gobierno. Mervyn King, el gobernador del. protestante y el espíritu del capitalismo, y lo amplió para. Usted leerá cómo será el fin del mundo y cómo la verdad ha. Juego Dios Revela El Futuro 2T God Cares. C. Mervyn Maxwell was chairman of the. El autogobierno del sistema y el de favorecer a la. Habermas plantea que el principio de organización del capitalismo ha cambiado, y. Teoría King Kong.
Hyman Minsky, el hombre que explicó el secreto de las crisis financieras. Derechos de autor de la imagen. Other. El economista estadounidense Hyman Minsky, quien falleció en 1. Gran Depresión, un evento que moldeó su forma de pensar y lo impulsó a indagar sobre sus causas, y reflexionar sobre cómo se podría evitar que se repitiera. La vida de Minsky transcurrió a los márgenes de la economía, pero sus ideas ganaron popularidad repentinamente con la crisis financiera de 2. Para muchos, su obra ofrecía una de las explicaciones más plausibles de por qué había ocurrido. La demanda de sus libros, agotados desde hace años, se disparó de golpe.
Copias de sus textos cambiaron de manos por cientos de dólares, un valor bastante aceptable para libros interminables con títulos como "Estabilizando una economía inestable". Importantes personajes de la banca, entre los que figuran Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal de Estados Unidos y Mervyn King, exjefe del Banco de Inglaterra, lo citan a menudo. Y el premio Nobel de Economía Paul Krugman bautizó una charla de alto perfil sobre la crisis financiera como "La noche que releyeron a Minsky".¿Qué tienen sus ideas que volvieron a capturar la imaginación de los economistas actuales? A continuación, les presentamos cinco de sus ideas.
La estabilidad es desestabilizante. La principal idea de Minsky es tan simple que para explicarla hacen falta sólo cuatro palabras: la estabilidad es desestabilizante. La mayoría de los macroeconomistas trabajan con lo que llaman "modelos de equilibrio".
Martin Luther King y. Malcolm dejó sus nociones del islam y la pugna contra el racismo para hablar de cómo el capitalismo. “El futuro del negro en. Ervyn King ha sido el Gobernador del. historiadores que desde el futuro buceen en el pasado. antes que el capitalismo moderno, y están.
La idea es que una economía de mercado moderna es, fundamentalmente, estable. Eso no quiere decir que nada nunca cambie, sino que crece de forma estable. Para que se produzca una crisis económica o un boom repentino tiene que ocurrir una suerte de shock externo, ya sea un aumento en los precios del petróleo, una guerra o la invención de internet. Minsky no estaba de acuerdo con este postulado. Estos asumen que los buenos tiempos están allí para quedarse y comienzan a asumir mayores riesgos para aumentar sus beneficios. Por esta razón, las semillas de la próxima crisis se plantan en las épocas de bonanza.
Tres etapas de la deuda. Esquemas Ponzi. Es similar a un esquema piramidal, una empresa en la que los fondos de los nuevos inversores –a diferencia de las ganancias genuinas- se usan para pagar las elevadas ganancias de los inversores actuales. Su nombre proviene del estafador italiano Carlo Ponzi (1. Estos esquemas están destinados a colapsar apenas disminuyen las nuevas inversiones o cuando un número significativo de inversores deciden retirar simultáneamente sus fondos. Minsky tiene una teoría - "la hipótesis de la inestabilidad financiera"- que sostiene que los préstamos atraviesan tres etapas diferentes. Las llamó cobertura, especulativa, y Ponzi, en referencia al estafador italiano Carlo Ponzi. En la primera etapa, poco después de una crisis, los bancos y los prestatarios son cautelosos.
Los préstamos son por montos modestos y el prestatario puede devolver el préstamo inicial y los intereses. Con el aumento de la confianza, los bancos comienzan a ofrecer préstamos de los que el solicitante sólo puede pagar los intereses. Por lo general, el prestatario ofrece un bien como garantía cuyo valor está en ascenso. Finalmente, cuando la crisis anterior es ya un recuerdo del pasado, llegamos al estadio final. En este punto, los bancos hacen préstamos a firmas o personas que no pueden pagar ni el dinero inicial ni los intereses.
Todo esto se hace con la creencia que los precios de los bienes aumentarán. La forma más fácil de entender esta situación es compararla con una hipoteca típica.
Una operación de cobertura es equivalente a una hipoteca común, en la que uno paga intereses y capital, una operación especulativa es como una hipoteca en la que uno sólo paga los intereses y una operación Ponzi es algo aún más allá. Es como pedir una hipoteca, no hacer ningún pago por varios años y cruzar los dedos para que el valor de la casa suba lo suficiente como para que su venta cubra los pagos del préstamo inicial y los pagos que no se hicieron.
Este modelo es una descripción bastante acertada de la clase de préstamos que condujo a la crisis financiera. Momentos Minsky. Derechos de autor de la imagen. Other. Image caption. Se acuerda del coyote y el correcaminos? Bueno, el coyote a punto de caer ilustra perfectamente lo que se conoce como el "momento Minksy".
El "momento Minsky" es un término acuñado por economistas que describe el momento en el que el castillo de naipes se desploma. Las operaciones Ponzi se basan en el aumento del valor de los bienes y cuando este empieza eventualmente a caer, los prestatarios y los bancos se dan cuenta de que hay deudas en el sistema que nunca podrán recuperarse. La gente se apresura a vender bienes lo cual provoca una caída aún mayor en los precios.
Es como cuando el personaje de una caricatura se cae por un precipicio. Sigue corriendo por un rato creyendo que están sobre una superficie sólida. Pero, de repente, se da cuenta de que algo pasa - el momento Minsky- , mira hacia abajo y no ve más que vacío. De inmediato se desploma hacia el suelo. Esa fue la crisis de 2. Temas financieros. Derechos de autor de la imagen.
Other. Image caption. La crisis de 2. 00. Hasta hace relativamente poco, la mayoría de los macroeconomistas no estaban muy interesados en los detalles más sutiles de los sistemas bancarios y financieros. Los veían como un intermediario que transfería el dinero de los que ahorraban a los que pedían prestado. Algo así como la mayoría de la gente que no está interesada en los detalles de los caños y demás estructuras mientras les funcione la ducha. Mientras haya agua caliente y el agua no falte, no hay necesidad de entender la minucia de su funcionamiento. Para Minsky, los bancos no eran simplemente caños sino más bien algo así como un motor.
Es decir, no solo intermediarios para mover el dinero a través de un sistema sino instituciones interesadas en generar ganancias con un incentivo para prestar. Esta es la parte del mecanismo que hace que las economías sean inestables. Mejor las palabras que las matemáticas y los modelos. RECORDANDO A MINSKY“Hy era un personaje exuberante”, recuerda Lawrence Meyer, economista y exgobernador de la Reserva Federal, quien trabajó con Minsky en la Universidad de Washington. Le gustaba escandalizar a la gente.
Creo que eso le hacía mucha gracia”. Lo impulsaba ver que las teorías convencionales eran ilusorias, un punto de vista estilo Disneyworld sobre el mundo real”, dice el economista australiano Steve Keen. A él le interesaba ensuciarse las manos en el mundo real. Creo que Minsky nos dio la primera visión razonable del capitalismo, con todas las ‘verrugas’ y cosas que el capitalismo es". Desde la II Guerra Mundial, la teoría económica se ha vuelto más matemática, basándose en modelos formales que explican cómo funciona.
Para hacer un modelo hace falta hacer ciertas presuposiciones complejas, y los críticos argumentan que a medida que los modelos y las matemáticas se hacen más complejos, las conjeturas sobre las que se sustentan, se divorcian cada vez más de la realidad. Los modelos terminan volviéndose un fin en sí mismos.
Si bien se formó en matemáticas, Minsky prefería lo que los economistas llaman una aproximación narrativa. Se inclinaba por expresar sus ideas con palabras. Muchos de los grandes, desde Adam Smith a John Maynard Keynes o Friedrich Hayek, trabajaban así. Mientras que las matemáticas son más precisas, las palabras le permiten a uno expresar ideas complejas que son difíciles de modelar. Nos referimos a ideas como la incertidumbre, la irracionalidad y la exuberancia. Los seguidores de Minsky dicen que esto contribuyó a crear una visión de la economía mucho más realista que otras teorías económicas.
Hacia un nuevo capitalismo | Edición impresa. Qué queremos que surja de la mayor crisis que ha visto el capitalismo en 7. Si tuviera que responder con una sola frase, diría que unos modelos nuevos para una economía de mercado social y sostenible. Y eso exige que cambiemos nosotros, además de los Estados. El capitalismo no acabará en 2. Está demasiado arraigado y es demasiado variado y demasiado adaptable para sufrir una muerte tan brusca.
Existen hoy en el mundo muchas más variedades de capitalismo que las que hubo en su día de comunismo, y esa diversidad es uno de sus puntos fuertes. El arco iris va desde el salvaje oeste hasta el salvaje oriente, y abarca grandes variantes nacionales de la economía de mercado, como China, que los puristas dirían que no son capitalismo en absoluto. Por consiguiente, algunas versiones del capitalismo capearán el temporal; otras quedarán en ruinas o, al menos, sufrirán reformas sustanciales. Existen hoy en el mundo más variedades de capitalismo que las que hubo en su día de comunismo. Algunos banqueros deberían arrostrar consecuencias legales personales por su insensatez y su egoísmo. A esta última categoría parece pertenecer una versión "neoliberal" extrema de la economía de libre mercado, caracterizada no sólo por la amplia desregulación y privatización, sino también por un espíritu de avaricia digno de Gordon Gekko, y que sólo se practica plenamente en algunas áreas de las economías anglosajonas y poscomunistas. Pero ¿qué pasaría con una versión modernizada y reformada de lo que los pensadores alemanes de posguerra llamaron la "economía social de mercado"?
Una economía de libre mercado, sin ninguna duda, pero que exige que el Estado proporcione un firme marco legal y regulador para la empresa privada; la participación de los accionistas, pero también de los afectados por las decisiones; un intento de equilibrar los intereses inmediatos y las consideraciones a largo plazo a la hora de tomar decisiones económicas; el compromiso nacional de que haya un mínimo social para todos los ciudadanos, y un sólido espíritu moral entre quienes se dedican a los negocios. Eso debe combinarse con las demandas del siglo XXI de sostenibilidad ecológica ante el cambio climático y sostenibilidad ética ante la pobreza mundial. Una tarea difícil, no hay duda. Hay que tener en cuenta asimismo el equilibrio entre los niveles nacionales e internacionales de regulación y gobierno. Mervyn King, el gobernador del Banco de Inglaterra, ha dicho que los grandes bancos privados actuales son globales en la vida pero nacionales en la muerte. Cuando llega el momento de rescatarlos, es el Gobierno nacional más directamente relacionado el que toma la iniciativa.
Y eso significa que pagamos la factura los contribuyentes nacionales. Sin embargo, toda esa historia de Estados y sistemas no es más que la mitad de la cuestión.
Lo que nos metió en el lío actual fue el comportamiento de unos seres humanos concretos, y es el comportamiento de los seres humanos lo que tiene que cambiar, además de la estructuración de los sistemas. Es algo evidente, sobre todo, en el caso de los banqueros, pero no debemos creer que se limita sólo a ellos. La conducta de los banqueros que nos arrojaron al lodo - no todos los banqueros, desde luego, pero sí unos cuantos- quizá no fue ilegal, pero fue egoísta, irresponsable e inmoral. Año tras año, obtenían enormes beneficios personales a partir de unos activos cuya verdadera naturaleza y cuyas perspectivas no comprendían o ignoraban llenos de cinismo.
Justificaban sus sueldos y sus primas, desproporcionados para las sumas que casi todo el resto de la gente ganaba en las sociedades a su alrededor, porque estaban "relacionados con el rendimiento", pero ese "rendimiento" se medía con indicadores insuficientes y a lo largo de un plazo demasiado breve. La remuneración de los altos cargos se basaba en la necesidad de marcar unos puntos de referencia competitivos con los rivales, y se oía a algún jefazo quejarse de que otro estaba ganando seis millones de euros al año cuando él sólo ganaba cinco.
Y salían tan felices de sus bancos."La City se ha portado muy bien conmigo", era el eufemismo típicamente inglés con el que definían ese barroco proceso de enriquecimiento. Como ya había ocurrido en otras cosas, los novelistas (como Tom Wolfe) y los cineastas (como Oliver Stone con su Wall Street, protagonizada por el personaje de Gordon Gekko) se adelantaron a economistas y politólogos en el diagnóstico del problema. La justificación clásica de por qué los capitalistas ganan tanto dinero es el riesgo que corren, pero en este caso ni siquiera corrieron el riesgo.
Fuimos nosotros. Cuando estalló la burbuja, nosotros, los contribuyentes, tuvimos que hacernos cargo de la factura, y tanto nosotros como nuestros hijos seguiremos pagándola durante décadas. Cerca de donde vivo, en Oxford, se han restaurado unas enormes mansiones victorianas para utilizarlas como viviendas unifamiliares, con todo lujo de detalles y sin reparar en gastos. Hace un año contemplaba las mansiones con ironía y asombro, pero también pensando ingenuamente que sus nuevos propietarios se habían ganado ese estilo de vida neoaristocrático. Ahora, las miro casi con ira.
Un amigo que ha dedicado toda su vida a estudiar las economías más pobres del mundo dice que esos banqueros deberían arrostrar consecuencias legales personales por su insensatez y su egoísmo. Sugiere que se cree un delito de banquicidio, comparable al de homicidio en el sentido de que no sería necesario probar que hubo mala intención previa. Una idea maravillosa, pero que no me parece práctica ni, en realidad, deseable, porque significaría violar el principio legal fundamental de que una cosa es un delito sólo si era ilegal en el momento de hacerla. Ahora bien, sí creo que los que son directamente responsables, como sir Fred Goodwin del Royal Bank of Scotland, deberían devolver parte de sus ganancias personales desmesuradas e inmerecidas. Y otros deberían devolver a la sociedad, aunque sólo sea en forma de filantropía, más de lo que, en definitiva, le han quitado. Pero no podemos echarles la culpa de todo. Cada británico o estadounidense corriente que se gastó un dinero que no tenía, alentado por los altísimos precios de la vivienda, la laxitud de los préstamos hipotecarios y la publicidad seductiva, tiene parte de responsabilidad.
Como también la tienen, aunque parezca extraño, los superfrugales chinos, cuyos enormes ahorros se reciclaron para permitir - e incluso estimular de forma indirecta- el despilfarro occidental. Hace más de 3. 0 años, Daniel Bell examinó en su libro Cultural contradictions of capitalism la paradoja de que el dinamismo del capitalismo depende de que los individuos vivan con arreglo a unos valores ligeramente distintos en sus facetas personales de productores y consumidores.
Tomó prestado el famoso argumento de Max Weber sobre la ética protestante y el espíritu del capitalismo, y lo amplió para sugerir que la faceta productiva se basa en que las personas se rijan por valores como el esfuerzo, la puntualidad, la disciplina y la voluntad de aceptar una gratificación aplazada. En cambio, la faceta consumidora se basa en que sean expansivas y dadas a permitirse caprichos, buscar el placer y vivir el momento. A eso hay que añadir la nueva tensión de que el planeta no puede sostener a más de 6. Y para complicar aún más las cosas está el argumento moral de que los ricos del mundo no tienen derecho a negar a los pobres una vida material mejor, que de todas formas no sería más que una fracción de la que disfrutamos nosotros. Lo que todo eso produce no es sólo un interrogante estructural, sino un reto personal para cada uno de nosotros.
Un reto que consiste en encontrar un nuevo equilibrio en nuestras dobles vidas como productores y consumidores y, al mismo tiempo, contribuir de forma consciente a una serie más amplia de nuevos equilibrios internacionales entre economía y medioambiente, un oriente superahorrador y un occidente supergastador, un norte rico y un sur pobre. A eso me refiero también cuando hablo de una economía social de mercado que sea sostenible.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1.